Ya llevo unos cuantos meses escribiendo sobre restaurantes y experiencias en el blog y todavía no he hablado de mi restaurante favorito. Es esa sensación de algo que quieres conservar muy mucho, como si fuera un secreto. Y no será que no lo comparta con los míos, ya que cada persona que he llevado a este restaurante es alguien especial. Familia, novios, exnovios, amigos, superamigos… Conocidos no, a los conocidos no me los llevo. Hoy os descubro Crêperie Bretonne Annaick, en la Vila Olímpica. Ojo que se puede convertir en uno de vuestros favoritos también. Allá va.
Situado debajo del pez de Frank Gehry, justo detrás del hotel Arts se encuentra esta crepería tan peculiar. ¿Qué tiene de particular? Pues ni más ni menos que un autobús dentro. Sisi, un bus, con toda su estructura, sus ruedas y su volante pero, además, con una cocina vista dentro. Esta es la magia de Creperie Bretonne Annaick, un espacio pequeño pero bien pensando para que quepa este monstruo allí dentro. A mi me parece encantadora. Me lo pareció hace por lo menos doce años, que es cuando la descubrí, por casualidad, buscando creperías.
Pero no estamos hablando de una crepería convencional. En Annaick utilizan el trigo sarraceno como base de sus crêpes, lo que ellos llaman galettes, especialidad de la Bretaña francesa. Una masa fina y salada que juega con múltiples combinaciones originales de sabores. Os dejo la carta, para que veáis de qué os hablo. Yo soy una clásica de las de jamón y queso, pero cuando me quiero dejar sorprender, arriesgo un poco más, como con la Poulette (champiñones, pollo, emmental y crema de leche) o con la Pont Aven (huevo, jamón dulce, salsa de puerros, crema de leche y cebollino). Podéis completar el menú con alguna de sus enooormes ensaladas, tablas de embutidos o tortillas. Y para el postre, deleitaros con una de sus crêpes dulces – aquí ya no son las de sarraceno – o sus también enooormes copas de helado. Con hambre no te quedas.
Dada mi afición por Crêperie Bretonne Annaick de Barcelona, he visitado expresamente también la de Girona y si se da la ocasión, me encantaría probar también el resto de locales que tienen en Vigo, Valencia, Manresa, Lleida y – ojalá – Colliure, en Francia.
¡Ah! Como curiosidad, os contaré que los manteles de las mesas son cartoncillos blancos de papel, para que podamos dibujar lo que queramos con los plastidecor que nos dejan en la mesa, mientras esperamos que nos traigan la comida. Si la obra de arte que dejéis vale la pena, os la colgarán en la pared del restaurante. ¡La decoración del local vale mucho la pena!
¿Qué más os voy a contar yo de mi restaurante favorito? A partir de ahora, prefiero que lo visitéis y me expliquéis vosotros qué os ha parecido.
Creperie Bretonne Annaick, Ramón Trias Fargas 2-4, 932 211 599